(la feria de música avanzada y new media art).
Al final, el mono de Sónar de Día después de once años sin ir pudo conmigo, y me fui a echar un vistazo a las nuevas instalaciones en la Fira de Montjuïc. Eso fue ayer sábado, porque mis circunstancias no me permitieron ir el día que me resultaba más atractivo (concretamente por Liars), que fue el jueves.
No había estado dentro de la Fira de Montjuïc en la vida. El Sónar era una de varias ferias. Entrabas por una calle lateral, pasabas por todas las barreras (el cacheo, la entrada, la pulsera, el corte de la tira sobrante de la pulsera) y siguiendo recto llegabas a un enorme patio con moqueta verde césped Sónar y casetas de madera cortesía de Estrella Damm. Eso era el SónarVillage, o sea, lo que era el escenario al fresco de la plaza de detrás del CCCB. En la plaza del CCCB/Macba había dos escenarios: uno bailongo y otro en una carpa con hamacas. Esta vez no hay hamacas (Damm!) pero hay mesas largas con bancos corridos todo de madera al lado de las casetas de Estrella Damm, con un tejadillo para hacer sombra. Separadamente, había casetas de comida, a elegir entre wok de carne y de verduras con arroz, burrito normal y vegetariano, hamburguesa normal y de pollo, pizza y ensalada, por la friolera de 7,50 euros; la cerveza (caña normal), a precio igualmente "popular", 3,50. Ahora que lo pienso, no había bocatas de tortilla de patata ni torrades de pernil amb tomàquet.
Me doy una vuelta por el recinto. Pasas por debajo de unas escaleras mecánicas para ir al espacio que ocupó el hall del CCCB (el SónarHall), que es un pedazo de nave por donde se accede a otra nave oscura con cortinas rojas donde está el escenario. Subes por las escaleras mecánicas y hay otro pabellón (el SónarDome) con claraboyas por donde pasa la luz del día. Allí había un italiano que hacía bailar al personal, a la hora del vermú. Entre ambos espacios hay un entresuelo con un gran ventanal con vista al SónarVillage y un área para relajarse ("área chill out", como se decía hace años).
No he encontrado la feria de sellos discográficos (signo de los tiempos). Sí había una zona destinada a talleres y conferencias, pero de eso no había el sábado. Tampoco hay disco del Sónar 2013 como lo hubo del Sónar 2002 (signo de los tiempos también). La antigua "bolsa de diyí" de Adidas para el Sónar es ahora (fue el año pasado también) una bolsa-mochila ligera de Adidas con un diseño que no acabo de entender. La bolsa se cierra por arriba con una cremallera: ¿para qué sirven esas dos correas de delante?
Lo que más eché a faltar fue el arte. En el CCCB, o al menos hasta 2002, se programaban exposiciones en el contexto del Sónar. Ahora hay una especie de cosa en colaboración con el congreso de telefonía móvil que tampoco acabo de entender y que pretende ser una mezcla de creatividad con empresas con universidades donde se mezclan apps con oferta de cursos con artilugios interactivos con una llamativa escultura giratoria con móviles viejos colgando de ella. Y aparte de sendas piezas en el MNAC y en CosmoCaixa, había en la Fira una instalación que consistía en tres iPads donde la gente hace dibujitos que aparecen y desaparecen de un entramado de formas en blanco y negro que se proyecta en una gran pantalla. Y eso es todo. Da la impresión de que lo del "new media art" está más conectado con el bisnes que con el arte en sí...
Con todo, el Sónar hizo honor a su tradición de anuncio de la llegada del verano, con un día de sol espectacular. El atuendo típico: ellos, camiseta y bermudas; ellas, top y minishort o minifalda; todo normal salvo los modelitos, que los hubo, claro.
Vuelvo al SónarVillage a comer. Sigue el mismo DJ en el escenario, un sevillano que fue a parar a Brighton pasando por Barcelona.
Se me ocurre ir al cine después del burrito. Sigue habiendo SónarCinema. Era otra sala enorme climatizada con moqueta y cojines grandes. Las películas, una en japonés con subtítulos en inglés, y las otras en inglés sin subtítulos (muy alegremente, por ponerlo de modo suave: 45% de los asistentes éramos autóctonos). Una era de Harmony Korine con Die Antwoord en sendas sillas de ruedas pegando tiros; otra hablaba de internet como catalizador de sinergias entre el hip hop y la electrónica o yo qué sé qué porque me eché la siesta en el cine tumbada sobre un gran cojín: sólo sé que Flying Lotus hablaba mucho.
Me levanto de la siesta, salgo del cine y encuentro una cola impresionante para entrar al SónarComplex, que es un auditorio igualmente impresionante de enorme. Debe de ser algo grande, pienso yo, así que me pongo en la cola. En el auditorio actúa un tal Beardyman, al que no conozco de nada. El auditorio se llena hasta la bandera. Tras unos compases de una canción que resulta ser... ¿Sweet Jane??!!, aparece este tipo, por lo visto un famosísimo beatboxer, pero que hace otros tipos de efectos con la voz.
El ambiente era de vamos a desgastar la zapatilla: a la menor explosión de energía, sonaban aplausos. Pero un auditorio no es lugar para bailar y la climatización era pelín excesiva, así que me bajo a descongelarme al Village. Seguía habiendo cola en la puerta para el Beardyman: según salíamos unos, iban entrando otros.
En el Village tocaba este grupo, que hace... ¿indie??!!
Caía un sol de justicia en el patio y el descongelamiento fue rápido. Voy al Hall a ver quién hay: un tipo que viene con un trasto que resulta ser una gran máquina multisintetizadores.
El efecto de lo que oí me fue pareciendo orquestal, rimbombante, incluso rockista. Curiosamente, el tipo tiene un tema con tal título:
Se ve alguna que otra camiseta rockera: dos logos de los Ramones, dos caretos de Hendrix, un tipo más viejo que yo con una camiseta de los Who; aunque tampoco abundan. Mientras me siento en un lugar libre de una mesa con una mínima sombra a leer las revistas que regalaban (entre ellas, el último Go Mag en papel; continúan en internet), sigo oyendo la banda indie, que acaba con... ¿Hey Hey My My (Into The Black)???!!!
Voy al escenario del Village a ver el concierto del único nombre que en principio conozco de todo el programa de hoy, AlunaGeorge, de la nueva hornada de arambí, en este caso británica. Son Aluna la cantante y George el productor, con un bajista y un batería. Aluna es una monada y canta como los ángeles de dulce; George aporta el contraste con sus maquinitas. El concierto fue corto (40 minutos), pero bonito y bailongo.
Fue el único concierto completo que vi: generalmente, en un festival se camina mucho y vas (bueno, voy) de un lado a otro a oir a la gente y enterarte (me) de qué va, y si hay algo que te mola especialmente, te quedas. AlunaGeorge molan. Y por suerte, ya no caía el sol de plano.
Tras el concierto, me pongo a caminar. En el Complex actúan unos islandeses, productor, clarinetista, y cantante que me recuerda pelín bastante a Björk; no hay llenazo como con Beardyman. En el Dome hay unos que salieron en aquella película con Flying Lotus que me amenizó la siesta. Empiezan con una introducción de... ¿Strange Fruit?????!!!!!! para dar protagonismo a las luces del escenario con lo que me pareció un ruido infernal. Soy una babyboomer viejales. Sin embargo, la versión del vídeo (creo que el tema en cuestión era este) no suena tan infernal. La impresión fue que el volumen excesivo distorsionaba.
No me había dado cuenta hasta que, subiendo al Dome, oí a una inglesa decir "wow", y la vista desde el ventanal del entresuelo era de wow: el Village petado de gente bailando al son de la música de un DJ de la tierra del bakalao. Ahora bien, y de ahí lo del traslado a la Fira, se podía caminar, y bailar, con toda comodidad (y sin vecinos en la zona, el otro gran inconveniente del CCCB). El Dome, igualmente petado de gente; la climatización se hacía insuficiente, y yo con sensación de falta de aire, así que sigo con el paseo. Tras encontrar en el Hall más ruido infernal en plan industrial, vuelvo al aire libre a bailar con el valenciano, cuyo nombre me tendría que sonar de varios Sónars (incluyendo el disco del Sónar 2002), y que pincha básicamente house, con el efecto apoteosis-final-Sónar-de-Día clásico sólo que en agigantado: tropecientos mil y yo bailando como posesos en el gran patio mientras el día toca a su fin.
Hoy sale en el periódico que el Sónar ha batido su récord histórico este año. Me temo que el nuevo recinto también se va a quedar pequeño. Aquí el valenciano que nos puso a sudar a base de bailoteo, en un vídeo veraniego.
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