Hoy (ayer), dos historias de.
La primera es un documental convencional hasta decir basta que trata de algo sobre lo que apenas tenía idea: el sintetizador analógico modular. Los primeros aparecieron en los años 60 en circunstancias diferentes, incluso opuestas. En Nueva York, Robert Moog, un fabricante de theremines (instrumentos precursores del sintetizador) desarrolla un sintetizador en un contexto académico; en San Francisco, paralelamente y en un contexto mucho más hedonista y alternativo, el movimiento hippy, Don Buchla se alía con un par de compositores para hacerse su propio sintetizador. Y sin embargo, el nombre que quedó asociado con los sintetizadores es el de Moog: como buen empresario, tenía que vender su producto (entonces, carísimo, como todo sintetizador de la época), y para ello, se le ocurre engancharle un teclado para que un músico normal no se asuste con tanta válvula y tanto cable; mientras tanto, los del Buchla querían algo diferente a lo que existía y "no se vendían", y así les fue a ambos: el Moog (y el más asequible Minimoog) se hizo superpopular, y el Buchla quedó como algo elitista, lo cual se refleja en sendos discos de los años 60: el difícil "Silver Apples of the Moon", de uno de los compositores colaboradores de Buchla...
...y el popular "Switched-On Bach", donde Walter (ahora Wendy) Carlos se aproxima a la música de Johann Sebastian con su Moog.
Repetimos: son los años 60. Cuenta la película que se vendieron unos cuantos sintetizadores en el festival de Monterrey. Repetimos: en el festival de Monterrey. Allá donde Jimi Hendrix quemó una guitarra.
El sintetizador hizo especial furor con Keith Emerson (Lake and Palmer), que lo usó en giras. No es extraño que los punks, en su confrontación con todo lo que se parezca a rock progresivo, huyeran de él como de la peste. ¿Todos? ¡No! Un punk guitarrero llamado Gary Numan entra en un estudio, ve un sintetizador y le cambia la vida.
Y en esto llegan los 80, los sintetizadores se hacen caros de mantener, y llegan los sintetizadores digitales y después los ordenadores, mucho más baratos, que hacen obsoletos a los sintetizadores analógicos. Pero, como con todo lo demás, hay un revival, que surge con el acid house, y ahora tenemos enamorados del analógico y los cables. Vale, la película es convencional hasta decir basta, pero me ha mostrado cosas de las que posiblemente un entendido en el tema esté aburrido de oír. Entiendo al amigo que se enteró de cosas con aquel documental sobre Bob Marley que se proyectó en salas comerciales.
Tampoco tenía mucha idea del tema de la otra película, Sarah Records, aparte de un disco de Heavenly, el grupo de una ex-Talulah Gosh que acabó cansada del carácter democrático de dicha banda y de cantar las letras de los demás, y quería ejercer de líder dictatorial. Vaya, recuerdo la democracia de cuando la radio de Rutgers y, para variar de lo que me suele pasar en la música, me gustaba más que la dictadura.
Sarah Records es el sello independiente de una pareja de fanzineros de Bristol con su ética punk hágalo usted mismo a lo Juan Palomo y pase total de industria y de negocio: uno más. El sello publica 100 discos y al disco número 100 lo clausuran con una fiesta por todo lo alto (y la pareja se separa). La pareja cuenta la historia siguiendo cronológicamente la lista de los 100 discos que publicaron. El producto que producen es twee décadas antes de que se sacaran de la manga la etiqueta "twee". De hecho, comentan que les llueven críticas de la prensa musical donde les califican de "twee" como un insulto (en los subtítulos se traduce como "afeminado": no.) Ellos podrían habérselo tomado a la James Brown: say it loud, I'm twee and I'm proud. Pero son muuuuuuuuuuuuuuuy sensibles y se lo toman fatal. En su acérrima defensa salen John Peel, que en paz descanse, y Everett True, que en la película aparece. En general, y salvo las famosas excepciones que confirman la regla...
...me temo que doy la razón a la prensa musical: la música me parece muy lánguida y con horchata en las venas. Para colmo, la película es larguísima, y aunque de vez en cuando salen observaciones sobre lo que costaba sacar adelante una independiente con escasos medios en provincias en la era pre-Internet u oponerse al machismo, el sexismo y la homofobia reinantes (y aunque sale el pre-twee super-twee Calvin de K Records / Beat Happening, que tiene bastante más que horchata en las venas), la película aburre a las vacas con tanta mención a tanto grupo, alguna de las cuales con cero chicha, y sobra como la mitad del metraje. Sonoro bostezo. No me quedé al coloquio.
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