Ganamos la Eurocopa. Mata, futbolista de la selección olímpica española, remata. Los italianos tuvieron la mala suerte de que se les lesionaran dos jugadores, uno de ellos al poco de salir al campo y con los tres cambios de rigor ya hechos.
(Juro que he oído a las Supremes en italiano en mi infancia. Yo la cantaba "l'amore guerrá, u, l'amore guerrá".)
¿Y qué suena en el estadio de Kiev una vez Casillas levanta la copa? Hep, hep, hep... (Ay, la España cañí de nuestras primas de riesgo.)
Por lo demás, hubo un par de eventos musicales con cierto tinte rojo en varios sentidos de la palabra:
1. El documental sobre Bob Marley. El rojo por el verde, amarillo y rojo de la bandera rasta. Llevo no sé cuántos In-Edits, así que sabía lo que me podía esperar de un documental producido por Tuff Gong (o sea, con el beneplácito de la familia). Aparece la vida de Bob Marley en orden cronológico; parece que la intención es meter todo todo y el resultado es que todo todo pasaba por aquí, sin profundizar más de lo que hace la Wikipedia, y dando más peso al mito Bob Marley que al hombre Bob Marley. Como no iba a ser de otro modo, la película muestra el Gran Momento Marley donde consiguió que los grandes rivales por la presidencia de Jamaica, cuya rivalidad generó una violencia que salpicó al mismo Marley, subieran al escenario a darse la mano.
Lo más destacable son las intervenciones de la familia, especialmente su hija Cedella, que siente ausencia de padre. Rita, por otra parte, es más santa Rita que nunca, aun después de la publicación de sus memorias, de las cuales no sale una imagen tan fantástica del rastaman por excelencia.
Y por lo demás, se van sucediendo las imágenes desde Saint Ann 1945 hasta Miami 1981 de una manera entretenida, entre estampas de la vida jamaicana, declaraciones de entrevistados incluidos los slogans en potencia que generalmente lanza el sujeto, y fragmentos de música del mismo, pero no se cuenta nada que no se haya contado anteriormente, aunque dejo constancia de que la gente se puede enterar de algunas cositas. Eso sí, juraría haber leído en varios lugares que Marley no se amputó el dedo del pie atacado por el melanoma porque su religión se lo impedía: la conclusión que sacamos del documental es que no lo hace porque le impediría bailar, y de la explicación oficial no recuerdo mención.
Y, como ya dije, me sigue pesando demasiado el mito, one love, one heart, let's get together y hagamos un mai...
(Qué vamos a esperar de un producto de Tuff Gong, ¿que despellejen al fundador del chiringuito?)
2. El concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela dirigido por Gustavo Dudamel en el Auditori de Barcelona. O cómo acercar la música clásica a la gente sin sonar como Luis Cobos. El rojo por el tema progre del rollo de El Sistema de utilizar la música para mejorar las perspectivas de vida de chicos de ambientes desfavorecidos, y apoyado por el gobierno de Chávez, por cierto. Tuve la suerte de estar sentada en un lateral del escenario, desde donde se podían ver los movimientos (no paraban quietos, por cierto) del director y los músicos, incluidos los percances típicos: en un momento dado, una chica le tuvo que indicar a una compañera con el arco de su contrabajo dónde se encontraban en la partitura: qué bonito verlo.
Recibieron ovación de pie desde la primera pieza. No sé cuántas veces tuvo que salir Dudamel. Es de los que no se ponen delante de todos, sino todo lo contrario: se mete en el mogollón y pone de pie a las tubas, luego a los fagots, luego a las flautas...
Parecía que se trataba de una estrella del pop, con bises de (fragmentos de) los hits incluidos (tras el "Danzón Nº 2", el "Mambo" y el "Alma llanera": así de populista). La orquesta daba todo un espectáculo, tanto musical como visual (literalmente). Mientras tanto, me suena haber leído algo sobre los museos en el libro de Simon Reynolds (que citan a diestro y siniestro: igual me da por contarlo cuando lo acabe): que sirven para conservar cosas que realmente no tienen relevancia en nuestro mundo. (Lo tendré que releer porque igual recuerdo mal.) Que haya unos chicos en un país tropical en la época del smartphone que encuentren y transmitan tanta alegría ejecutando lo que compusieron un par de alemanes hace siglos da sentido a la conservación de antigüedades: aún nos pueden remover las tripas, el corazón, o allá donde cada uno sienta las emociones.
Aquí una de las piezas que tocaron como parte del programa: la Sinfonía Nº 3 "Eroica" de Beethoven. Para la otra pieza, la Sinfonía Alpina de Brahms, llenaron el escenario de gente y de instrumentos de percusión de varios tipos, algunos bastante curiosos (¿una rueda con cencerros dentro?) Lo dicho: un espectáculo.
Lo dé la orquesta venezolana o La Roja, el espectáculo funciona. Viene bien un poco de alegría en estos tiempos. Pero que esto nos haga olvidar la crisis, ni a Manolo el del Bombo. Seguro.
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