martes, 16 de febrero de 2010

Qué envidia cochina...

...la que siento por estas cantantes de jazz que con un golpe de swing llaman a la inspiración y ésta acude alegre, rauda y veloz salvando hasta las lagunas de la memoria e impulsando la canción hacia alturas insospechadas.

Ejemplo: Ella Fitzgerald.

Planeta deAgostini acaba de sacar una colección de discos clásicos del jazz, con su carátula original, en vinilo grueso. Vinilo, es decir, disco grande de alta fidelidad, de plástico generalmente negro, de 33 1/3 rpm, que hay que cuidar que no se raye. Eso, en los tiempos del mp3: qué fantástico que dure. Han salido tres discos: el "Kind of Blue" de Miles Davis, el "A Love Supreme" de John Coltrane, y el "Ella in Berlin" de Ella Fitzgerald; el siguiente que se avecina es el "Getz/Gilberto" con la versión de "A garota de Ipanema" del entonces matrimonio Gilberto (João y Astrud) que, junto con los Beatles y demás bandas británicas ("The British Invasion"), puso patas arriba el panorama musical mundial de los primeros 60, sin exagerar. Cuatro discos como cuatro soles. La colección se vende en kioscos y cada disco sale a unos 15 euros.

Por aquí anda una versión en inglés de la composición de Tom Jobim y Vinicius de Moraes (de cuando la bossa nova era lo más de lo más en ambientes sofistiqués), con el saxofonista y la bahiana hija de alemán que dio nombre a uno de mis grupos nacionales favoritos. Mi cantante y guitarrista pesado favorito no está; se separó de Astrud en el 64. (Amo a João Gilberto con locura, pero es un pesado y está zumbado.) (Desde que puse el careto Hendrix en lugar del mío, dejo constancia en acta de que tengo cierta fijación con los zumbados.)



A lo que íbamos. Ella Fitzgerald dio un concierto en un megapolideportivo de Berlín en 1960 y en él ocurren dos hitos en su carrera. Uno es que se le olvida la letra de la canción que dedica a los berlineses, la adaptación al inglés de "Die Moritat von Mackie Messer", de "La ópera de perra chica" de Bertolt Brecht y Kurt Weill. Ella presenta la canción diciendo que no había oído cantarla a una chica. Esto en Berlín, de allá de por donde el cabaret: resulta que en 1928 ya andaba por ahí una tal Lotte Lenya, oficialmente Frau Weill, que la cantó en el estreno berlinés de dicha ópera... aunque no en inglés, aber natürlich.



Horror de los horrores: estás en un escenario cantando y se te olvida la letra de la canción que dedicas especialmente a tu público. Pero Ella Fitzgerald no se amilana. Ella lo resuelve del siguiente modo, imitación de Louis Armstrong incluida:



A renglón seguido, arranca con una canción que se convierte en marca de la casa, "How High the Moon". O mejor dicho: arranca con un scat que pasará a la historia y del cual no se librará en su vida. (El scat es el estilo de cantar donde el cantante imita un instrumento cantando sílabas sin sentido, del tipo "churriu dup, churriu, dup, churriu durriu dup, bap bap") Ésta no es la versión de Berlín, sino una más reciente de 1966: como se puede apreciar, entonces ya había Beatles con todas sus letras.



Otro ejemplo: Anita O'Day. Este número me deja boquiabierta. Es su interpretación en vivo y en directo, en el festival de jazz de Newport en 1958, de la cursilada de "Tea for Two" a la cual despoja de toda cursilería para añadir pirotecnia musical. Y pensar que la tía andaba en pleno cuelgue heroína en aquella época. Cantar lo que canta, con esos reflejos, ese sentido del ritmo y esa velocidad anfetamínica, requiere estar bien despejado y bien concentrado.



Y eso, que anonadada me tienen con esta capacidad tan fantástica de improvisar con alegría. Qué bien se lo tienen que haber pasado en el escenario. Qué envidia me dan.

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