viernes, 31 de octubre de 2014

El tute anual 2014 (2)

Hoy (ayer), dos historias de.

La primera es un documental convencional hasta decir basta que trata de algo sobre lo que apenas tenía idea: el sintetizador analógico modular. Los primeros aparecieron en los años 60 en circunstancias diferentes, incluso opuestas. En Nueva York, Robert Moog, un fabricante de theremines (instrumentos precursores del sintetizador) desarrolla un sintetizador en un contexto académico; en San Francisco, paralelamente y en un contexto mucho más hedonista y alternativo, el movimiento hippy, Don Buchla se alía con un par de compositores para hacerse su propio sintetizador. Y sin embargo, el nombre que quedó asociado con los sintetizadores es el de Moog: como buen empresario, tenía que vender su producto (entonces, carísimo, como todo sintetizador de la época), y para ello, se le ocurre engancharle un teclado para que un músico normal no se asuste con tanta válvula y tanto cable; mientras tanto, los del Buchla querían algo diferente a lo que existía y "no se vendían", y así les fue a ambos: el Moog (y el más asequible Minimoog) se hizo superpopular, y el Buchla quedó como algo elitista, lo cual se refleja en sendos discos de los años 60: el difícil "Silver Apples of the Moon", de uno de los compositores colaboradores de Buchla...



...y el popular "Switched-On Bach", donde Walter (ahora Wendy) Carlos se aproxima a la música de Johann Sebastian con su Moog.



Repetimos: son los años 60. Cuenta la película que se vendieron unos cuantos sintetizadores en el festival de Monterrey. Repetimos: en el festival de Monterrey. Allá donde Jimi Hendrix quemó una guitarra.

El sintetizador hizo especial furor con Keith Emerson (Lake and Palmer), que lo usó en giras. No es extraño que los punks, en su confrontación con todo lo que se parezca a rock progresivo, huyeran de él como de la peste. ¿Todos? ¡No! Un punk guitarrero llamado Gary Numan entra en un estudio, ve un sintetizador y le cambia la vida.



Y en esto llegan los 80, los sintetizadores se hacen caros de mantener, y llegan los sintetizadores digitales y después los ordenadores, mucho más baratos, que hacen obsoletos a los sintetizadores analógicos. Pero, como con todo lo demás, hay un revival, que surge con el acid house, y ahora tenemos enamorados del analógico y los cables. Vale, la película es convencional hasta decir basta, pero me ha mostrado cosas de las que posiblemente un entendido en el tema esté aburrido de oír. Entiendo al amigo que se enteró de cosas con aquel documental sobre Bob Marley que se proyectó en salas comerciales.



Tampoco tenía mucha idea del tema de la otra película, Sarah Records, aparte de un disco de Heavenly, el grupo de una ex-Talulah Gosh que acabó cansada del carácter democrático de dicha banda y de cantar las letras de los demás, y quería ejercer de líder dictatorial. Vaya, recuerdo la democracia de cuando la radio de Rutgers y, para variar de lo que me suele pasar en la música, me gustaba más que la dictadura.



Sarah Records es el sello independiente de una pareja de fanzineros de Bristol con su ética punk hágalo usted mismo a lo Juan Palomo y pase total de industria y de negocio: uno más. El sello publica 100 discos y al disco número 100 lo clausuran con una fiesta por todo lo alto (y la pareja se separa). La pareja cuenta la historia siguiendo cronológicamente la lista de los 100 discos que publicaron. El producto que producen es twee décadas antes de que se sacaran de la manga la etiqueta "twee". De hecho, comentan que les llueven críticas de la prensa musical donde les califican de "twee" como un insulto (en los subtítulos se traduce como "afeminado": no.) Ellos podrían habérselo tomado a la James Brown: say it loud, I'm twee and I'm proud. Pero son muuuuuuuuuuuuuuuy sensibles y se lo toman fatal. En su acérrima defensa salen John Peel, que en paz descanse, y Everett True, que en la película aparece. En general, y salvo las famosas excepciones que confirman la regla...



...me temo que doy la razón a la prensa musical: la música me parece muy lánguida y con horchata en las venas. Para colmo, la película es larguísima, y aunque de vez en cuando salen observaciones sobre lo que costaba sacar adelante una independiente con escasos medios en provincias en la era pre-Internet u oponerse al machismo, el sexismo y la homofobia reinantes (y aunque sale el pre-twee super-twee Calvin de K Records / Beat Happening, que tiene bastante más que horchata en las venas), la película aburre a las vacas con tanta mención a tanto grupo, alguna de las cuales con cero chicha, y sobra como la mitad del metraje. Sonoro bostezo. No me quedé al coloquio.



miércoles, 29 de octubre de 2014

El tute anual 2014 (1)

Comienza el In-Edit en pleno otoño en la playa en bikini con castañas y boniatos, una vez más. Este año coincide con la fiesta del cine y la organización se apunta a lo de las entradas baratas, aunque lo compensa con "sesiones especiales" (entre otras, la de inauguración y la de clausura) más caras donde, al contrario de otros años, no valen los abonos. Así que dejo la película de inauguración para otro día, paso el fin de semana con mi coro de barbershop madrileño, y no comienza el tute anual hasta el lunes, con la película gratuita, que es, una vez más, la ganadora del In-Edit de Brasil.

La ganadora del In-Edit de Brasil toma la figura del bailarín Nelson Triunfo como pretexto para contar la historia de la movida de "bailes soul" que se originó en Rio a finales de los años 60 pero que vemos desarrollarse en São Paulo y convertirse en movida hip-hop. En plena dictadura militar, los bailes soul o bailes black eran eventos políticos en tanto en cuanto la gente reivindicaba el orgullo de ser negros, influidos por el black power y la música negra norteamericana, particularmente James Brown, que actuó en Brasil en 1978, con Triunfo ejerciendo de groupie (y perdiendo la capa que Brown le regaló).



Este Nelson Triunfo es un pernambucano (Triunfo es el nombre de su pueblo) que se convierte en una figura conocida en el circuito de bailes soul de São Paulo por su forma de vestir, su estilo de bailar ("una mezcla de funk con xaxado", se dice) y su amplia cabellera (su seña de identidad, que aún conserva), de donde le viene el apodo de "El Hombre Árbol". En esto que, coincidiendo con la eclosión del hip-hop en los Estados Unidos, "Nelsão" se plantea sacar a su grupo de bailarines funkys de los bailes y trasladarlo a la calle, comenzando así un movimiento de hip hop, graffiti y breakdance a la brasileira que florece a pesar de los encontronazos con la policía, y que lleva a Triunfo a realizar una labor social en escuelas de barrios pobres (de la que se habla en la película pero que no queda documentada). Triunfo, que cumple hoy (ayer) 60 años y no para quieto cuando no baila, es un tipo old skool, de los que usan el hip hop de forma positiva contra la violencia (como dijo en el coloquio post-proyección, "si mi padre me da un arma, mato; si mi padre me da un micro, canto"); no en vano la película se cierra con Triunfo bailando con b-boys en Nueva York y São Paulo mientras suena el "Rapper's Delight". La película destila paz, amor y buen rollito, pero tanto angelismo y tanto buenismo mezclados con hagiografía pura y dura se ven compensados con la pasión y la alegría contagiosa que le echan Triunfo y sus compañeros de baile soul y baile break al asunto. Y Nelsão se nos revela en vivo y en directo como un personaje entrañable y cercano. Salgo del cine con una sonrisa de oreja a oreja. El tipo made my day, que dirían los americanos.



Hoy (ayer) volvemos a las alucinantes colas para documentales musicales que normalmente no encontramos en ningún documental musical salvo en el In-Edit, y no precisamente en la película gratuita. Toca programa doble. La primera es una película de las larguitas cuyo punto de partida es un musical de Broadway sobre Fela Kuti, que ni hace música fácil (sus temas son larguitos, poco tarareables y aún menos radiables), ni se le acaba de entender en Broadway, ni tiene una personalidad digerible en Broadway (con su, por decirlo suavemente, muy políticamente incorrecta visión de la mujer, el sexo o el sida que lo mató, por ejemplo), y para colmo, pretenden meter a su música (interpretada por Antibalas) un tambor parlante que no tiene que ver con Fela (para desesperación de los propios Antibalas). Y a partir de ello, que suena de todo punto horrible salvo lo de Antibalas, surge bajo la publicidad del musical un emotivo homenaje a la figura de Fela en forma de historia de su vida y su contexto, con sus luces y sus sombras, contada por sus hijos, sus músicos, su novia activista americana y otros allegados, así como el propio Fela en imágenes de archivo, con alguna intervención puntual como la de Paul McCartney describiendo sus impresiones en su visita al club de Fela en Lagos, el Shrine. Sin embargo, la película no me deja con ningunas ganas de ver el musical de Broadway que publicita, por muy buenas que sean las interpretaciones (que lo son, la de Antibalas y la del actor protagonista del musical); ya hubo un Fela, el original, y ver imágenes de él en acción da mucha alegría.





La película sobre Divine, la drag queen de "Pink Flamingos", me produce la impresión contraria: que lo que hay que ver de Divine no es el (vulgarcillo) documental, sino sus (transgresoras) películas.





miércoles, 22 de octubre de 2014

Vivo cantando, hey

Pues sí: ando en el trimestre más cantarín de mi existencia, con un taller de standards de jazz en un centro cívico...



...(donde hay una chica que canta los standards como si fueran copla y queda más coplera que la Pasión Vega, que es coplera y ha cantado standards)...



...además de andar con repertorio navideño desde el verano, cosas que pasan con esto de los coros. Esta la canto con el de barbershop.



También ando en plena temporada de ensayos del Mesías, en principio con unos cien "nuevos" como yo, a los que se añadirán los "antiguos" en el próximo ensayo. Vaya con los nuevos: se saben la partitura mejor que Händel, o eso parece. Y resulta que nuevos, nuevos, lo que se dice nuevos, no son: hay una que lleva 15 años cantando el Mesías, por ejemplo.

Con el Mesías he llegado a la conclusión de que soy una friki musical (una vez más). Un par de indicios de frikismo musical:

a) Si, estando en el autobús municipal, oyes la señal que precede al anuncio de la próxima parada, dos notas en Barcelona, y lo primero que te viene a la cabeza es responder "goodwill". (Lo mismo me pasó en el supermercado en la época en que estudiaba solfeo para principiantes: oigo la señal que precede a lo de "señorita Jessica, acuda a caja, por favor", tres notas en el supermercado en cuestión, y lo primero que me viene es cantar eso de "do, mi, sooooool").



b) Si, estando en plena labor doméstica, abres una cremallera y el ras-ras de la misma cremallera al abrirse te recuerda el inicio del "Surely He Hath Borne Our Griefs". (Esto que viene no es un Mesías navideño, para variar.)



Un tercero sin relación especial con el Mesías, c) Si todo en la vida se te convierte en una canción, parafraseando el "La la la" que popularizó Massiel. Los hay mucho más exagerados que yo; por ejemplo, un madrileño que yo me sé. Esta de los Smiths (ya que el vegano antitaurino con pretensiones de autor-clásico-Penguin que allí cantaba vuelve a ser noticia) se la he oído varias veces.



Y acabo recordando a Mark Bell, un chico que produjo varios discos de Björk, con unos cuantos temas muy cantarines como este, y que falleció recientemente a los 43 años, muy joven.



miércoles, 15 de octubre de 2014

Esto está muy parado...

...y como estoy muy ocupada en el trimestre más cantarín de mi existencia, lo cual contribuye a que esto esté muy parado...

...aquí un par de discos muy tralarí tralarí, que por algo me ha dado cantarina.

A saber: el nuevo de Sondre Lerche, el noruego tralarí tralarí, aunque "con misterio", que dirían en el Sálvame con referencia a cierta "agüita"...



...y el nuevo de Caribou, que de alguna manera me recuerda lo que dice el Retromanía de los discos de la familia que te encuentras en el desván y que es un descubrimiento y que los produces con efecto polvo y telarañas de tantos años en el desván y ahí está lo moderno. Es pop electrónico igualmente tralarí tralarí; tal vez no tanto por tarareable como por susceptible de que le pongamos capas de coros por encima.



(Morrissey también: vale.)