miércoles, 19 de junio de 2013

Canciones de adultos para oír con niños

Acabo de ver en la sección de libros de música de La Central del Raval un librito llamado "100 canciones de adultos para oír con niños", donde se listan historietas de niños entre cuyas canciones favoritas están "Friday I'm In Love", "The Robots", "Himno generacional #83"...


...y otras melodías que no son las específicamente para niños que se supone les gustan a los niños, entre las que se incluye el Waka Waka, no exactamente una canción para niños.

Entre las listadas en el libro, está este dúo padre-hija (y primera vez que sale Sinatra en el blog, será posible) que me encantaba cuando una servidora era niña. Eso fue, año más año menos, cuando acababan de salir otros hits personales de entonces como el Lady Madonna, el Pata Pata, el Let's Spend The Night Together, el Gitano Antón, las Flechas del Amor, el Borracho Yo Tururú o La Felicidad Ja-Ja-Ja-Ja.




Lo juro. En serio. Asín de vieja soy. Yo tendría 4 o 5 años.

Entonces, con 4 o 5 años, ni tenía los videoclips de Dora la Explaradora en el móvil ni me entretenían unos divertidos animadores en el hotel de la playa en Mallorca. Entonces tenía lo que había, y lo que había era un mamotreto de aparato de radio y un "transitor" para que mi padre oyera su fútbol en su butaca, y punto pelota. Y lo que oí era básicamente la radio: la radio de casa, la radio de la peluquería: los discos dedicados, generalmente. Si no era la radio, era el hilo musical que ponían entonces en el paseo del Espolón de Burgos. La tele no existía, y cuando al fin apareció en casa el parato Pontiac en blanco y negro años más tarde, me llegaba tanto la "Escala en hi-fi" (recuerdo haber visto, no sé si ahí, a The Mamas and The Papas: en la tele española cuando Franco, lo juro)...



...como el Locomotoro y el Capitán Tan, de donde surgieron canciones para niños tan clásicas como las que me comí de Gaby, Fofó y Miliki unos cuantos años más tarde...





...y me sigo comiendo actualmente con los niños pequeños de mi alrededor. Y esto no es lo peor. Lo peor es el exceso de tontiñoñi infantil que me encuentro actualmente. No sé qué temática se lleva la palma, si el mi amigo Tito que le gusta ir al colegio, o viva la paz en el mundo y el verde en el planeta.

Qué cruz.

Claro que hay música para niños estupenda, como las recopilaciones de música clásica tipo "Clásicos divertidos"; son temas que se prestan a una narrativa que se hagan los propios niños y pueden moverles a adentrarse en la música clásica. Como este, uno de los poquísimos temas de música clásica que me llegaron en mi infancia, y eso a través del programa de discos dedicados; me acabo de acordar de que, oh cielos, la bailé con 11 años o así en una exhibición de la clase de gimnasia en mi cole.



Aparte de eso y la publicidad de la radio (el canon de Pachelbel, por ejemplo), mi primera aproximación de veras a la música clásica fue a los 14 años en clase de música en 1º de BUP (asignatura entonces obligatoria). Me pusieron lo más clásico junto con lo más clásico y al final teníamos que identificarlo (esto es la 5ª de Beethoven, esto es la Incompleta de Schubert, esto es la Primavera de Vivaldi y no la de los Canarios...) Fue la primera vez que aprecié la música clásica. (Por otra parte, ahora corren malos tiempos para la música en la escuela española.) El jazz llegó más tarde: mi primer recuerdo de entender el lenguaje del jazz más allá de como un fa-fa-fá infernal fue en la carrera viendo un concierto de Pharoah Sanders en Salamanca: no precisamente un ejemplo de jazz para principiantes, pero me apasionó. Igualmente, estaba haciendo la carrera: cosas que vienen con la edad... Esto, de 2004, es un estándar para rememorar mi descubrimiento en Salamanca de que el fa-fa-fá se hacía dentro de un orden. Glubs, esto dice algo de mí, supongo...



Volviendo al tema música para niños estupenda, me estoy acordando de una recopilación de la Rough Guide con música africana elegida por niños de 5 a 11 años, ingleses, que para eso la Rough Guide es más inglesa que el Big Ben. Esta del disco es una versión de ese tema tan cumbayá que, claro, también conocía yo de niña, con el wímowe wímowe que engancha a cualquier niño.



Pero en principio, tampoco son canciones para niños.

No podría faltar el álter ego para niños de Adriana Calcanhotto, con un repertorio que incluye desde contemporáneos hasta gente de la generación de su abuela o algo así, como esta marchinha de carnaval (¡ay, Brasil!).





Generalmente, tampoco son canciones para niños, ni el arreglo es "para niños". Por qué la convención de derechos humanos de la ONU no prohibe los arreglos "para niños" de las canciones para niños es algo que me escapa a la imaginación.

Y entre Tito mi amiguito travieso y viva la paz en el planeta, reaparece... ¡la bomba, con su movimiento sexy! Vaya con lo que ponen a los niños...



No es necesario que nos hagan cargar a los niños y a los adultos con la cruz de la música infantil. Los niños aprecian lo mismo que nosotros: incluso lo pueden apreciar más que nosotros. Aquí un ejemplo de canción con la que, según cuenta el opúsculo arriba mencionado, le salió un niño, no sé si 3 años o no recuerdo exactamente, a su mamá: "quiero la de Bailando", dice la criatura, y la mamá alucina pepinos cuando descubre que "no" se refiere a la de Alaska. En el momento donde la letra se hace incómoda, a la mamá se le ocurre cambiar la palabrita incómoda por "relación". Ya se enterará el niño de que la R es en realidad una F a su debido tiempo: cuando sepa lo que es una relación.



PD Me olvidaba de las nanas brasileñas y cubanas: música para niños preciosa, y realmente para niños.



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