domingo, 31 de julio de 2011

Los burgaleses bailan

...en la provincia (léase bailes y verbenas).

En la capital, el bailongo es, digamos, escaso. Sí hay un espacio donde la gente baila: los conciertos del Tablero de Música (o al menos, aquellos en los que he estado) en el antiguo Hospital del Rey, actual facultad de derecho de la universidad de Burgos.

El lugar es fantástico, especialmente con buen tiempo. El escenario es un tablero de ajedrez de los de piezas de ajedrez viviente en medio de un gran patio con césped y árboles. El público es una mezcla de juventud, históricos de la noche burgalesa y papás con niños; siendo esta una ciudad de provincias, todo el mundo se conoce e incluso cada grupo tiene un lugar donde se sitúa normalmente. Los conciertos son los jueves de julio, y hay un poco de todo (aquí, unos músicos de Rajastán que tocaron en 2008)...



...pero particularmente hay una querencia por el rollo mestizo-Barcelona-Raval-manuchao-perroflauta-sound. Este año la serie de conciertos comenzó con La Troba Kung-Fú y la semana pasada actuaron Costo Rico, concierto que se recordó por el frío que hacía. No los vi; los oí en un bar y me pareció que cuando se ponen a hacer rumba catalana tal cual tenían su aquel, pero el jueves un chico que los vio comparó sus letras con las de Chenoa por "pueriles" y no le falta razón: ciertamente, no se han roto los cascos rimando manos con hermanos, por ejemplo. Aquí el lado rumbita:



Fui el jueves (afortundamente, hizo buen tiempo) y actuaron los mexicanos Los de Abajo. Tenían que viajar el mismo día a París, así que se alteró el orden del programa: primero la banda y después el DJ. Los de Abajo van de lo mismo. La diferencia con los ravaleros es que su paleta es más amplia: aparte de la tipiquísima tralla ska-punk con contenido político (una pancarta con las siglas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional decoraba el escenario), había varios ritmos latinos, desde corridos y merengue hasta batucada pasando por Santana. También sampleados. A veces, todo en la misma canción. La sección de percusión, bárbara; la de vientos, un espectáculo; el grupo iba con pantalones negros estilo charro y el trompeta iba con una camiseta de los Sex Pistols (declaración de intenciones). El personal, dando botes. Incluso yo, que no soy en absoluto aficionada al género (todo lo contrario), acabé bailando (como pude: bailar ska con artrosis sobre césped irregular no es fácil). Acaban el concierto bajando con el público y haciendo un pasacalles que me recordó las peñas de San Pedro.



Mientras recogían a toda pastilla, entra en escena el DJ Cartones, alias Manu el Cartones, que hacía relojes y otros objetos con cartón antes de ejercer de pincha en un bar. Lo que pinchó el jueves era música remember para cuarentones, especialmente de los 70 y 80, con la concesión a los niños en forma de sintonía de Bob Esponja.



Ahí caía de todo, incluso las canciones que odiábamos (en mi caso, "Olvídame y pega la vuelta") y, para dar más ambiente de verbena, un pasodoble. El lema parecía ser "mientras sea remember, todo vale". Había un grupo de fans o claca o equis que contribuía al espectáculo con sus trajes estrafalarios y una pancarta de cartón (ya que actuaba el cartonero, aunque a mí me recordó el rollo 15-M) con el mensaje "Mola mazo este temazo". La peña, cantando además de bailar. Esta en concreto fue de las más cantadas, con el pincha bajando el volumen en los momentos más predecibles, o sea, los más dados a la desafinación (uúuuúu). Muchos de los cantarines seguro que ni siquiera habían nacido cuando la canción nos representó en Eurovisión, pero como los más viejos, respondían como el perro de Pavlov ante la campanilla. Cómo somos los humanos.



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